Tras despedir a ambas señoras en la puerta del establecimiento, el joven Michael Clark preguntó a un cochero que justo paraba su carruaje por la familia que acababa de abandonar el lugar rumbo al cruce con Almonds St.
- Se trata de la viuda de Twist. Es una mujer con una fortuna considerable que dejó su marido hace poco más de medio año. Entre sus propiedades una residencia en Violet Place y otra para el verano en la costa adonde lleva todos sus criados.- Como el chico no respondiera y siguiera mirando en la dirección por donde había partido la calesa, el cochero hizo un movimiento de cabeza y aseguró:
- Trate bien a ese tipo de clientela y no se arrepentirá. Según dicen tiene una renta altísima aunque no es muy dada a las propinas. - Y dicho esto se marchó.
No se hubiera imaginado nunca que una mujer así de joven hubiera tenido tiempo para cortejo, casamiento e hija, y lo que era más, para enterrar a un marido pero, es que, como mi lector comprenderá no había tenido ojos más que para una de las damas.
Con estos pensamientos entró de nuevo en la tienda donde le esperaba con una mirada severa el señor Nells, supervisor de su horario, que por lo visto lo había seguido todo de cerca. Le dijo: -Mientras trabajes aquí, no hay tiempo para charlas sobre viudas, aunque sea la más rica de Inglaterra. Si pierdes tu empleo, puedes ir a pedir trabajo a su casa. Así que no hagas más méritos para estar en la calle Clark.
-Sí señor Nells.
- Pues claro, hombre. Sería tan fácil que te cases con su majestad, la princesa Mary como que lo hicieras con esa mujer. - Y poniendo los ojos en blanco delante de la perpleja mirada de Clark suspiró añadiendo:
- Debes buscar a alguien de tu clase en lugar de perseguir fortunas. Elige bien que tendrás que vivir con esa mujer el resto de tus días.
- Sí señor Nells.
- He oído que las mujeres de esa familia son insoportables.
Probablemente lo fueran. No tenía nada que ver la belleza exterior en una persona con la que pudiera tener interiormente. Sin embargo, Mr. Clark siempre alardeaba de no equivocarse con las personas, y en aquél momento pensaba exactamente lo mismo: No me equivocaría nunca y menos con el motor de su corazón que funcionaba a redoblados ritmos desde que sus ojos y los de Mrs. Twist se encontraron a la salida. Él, una persona alegre y franco con todo el mundo se descubrió pensando en Mrs. Twist todo el día y evitando hablar con cualquier compañero para no soltar toda la información que sus pequeñas pesquisas del día le habían ofrecido.
Al terminar la jornada, se dijo que bien podría llegar hasta Violet Place dando un paseo, con la excusa de tomar un poco de aire, y llevar a su madre unas violetas, que le encantaban. Bien, la floristería le recibió cerrada.- Habrían agotado las existencias- pensó y no contenta ni tranquila su alma aun miró con disimulo todos los buzones hasta dar con la casa de la viuda Twist. Sin saberlo, caminaba a pocos metros de la mujer que realmente ansiaba ver.
Con la decisión que tienen los corazones alentados por las jóvenes pasiones, aunque una pasión nunca puede ser vieja, pese a serlo su dueño, Mr. Clark hizo sonar el llamador. Los criados salían ya de prestar su servicio y la misma Mrs. Twist se asomó a la ventana.
- Sí ... ¿Quién es? ¿Qué demonios quieren a estas horas?- El sonido de aquéllas sórdidas y vulgares voces enmudecieron la garganta del joven Clark, que escondido bajo la cancela no podía creérselo. Esperó y aprovechando un claro de luna que asomaba tras una nube miró a la ventana para comprobar que aquélla mujer que increpaba desde arriba no tenía el rostro esperado. Así respiró tranquilo y se marchó.
Por la mañana, no llevaba andando cinco minutos camino del trabajo cuando vio de nuevo pasar aquél carruaje del día anterior y que iba en su misma dirección. Se apresuró para alcanzar la puerta del establecimiento antes que la viuda Twist llegase y lo consiguió pero Miss Sanders había entrado ya para ir quitando algunas prendas a los niños y que las tallas de ambos fueran medidas.
- Señora- Casi jadeó Mr. Clark. Buenos días. - Mientras presentaba sus respetos reconoció la voz de la mujer de la noche anterior en Violet Place. Sin duda se trataba de la misma persona.
- ¿Es usted el valet? - Pregunto Mrs. Twist con muy poca finura.
- No señora. Permítame el abrigo. ¿He de acompañarla a algún departamento en particular?
- No. Soy una asidua de estos almacenes y los conozco mejor que mi propia casa. Me dirijo a la sastrería.
Pasó delante de Mr. Clark rápidamente y no miró siquiera atrás. Por su parte Mr. Clark la siguió dejando unos metros al objeto de su persecución y pudo ver a la mujer, que se encontraba con Miss Sanders y los niños, a los que ya el sastre estaba tomando medidas.
Mr. Clark volvió para fichar a la entrada del trabajo y le entregaron toda la lista de tareas que le esperaba en su jornada. Con el montón de papeles bajo el brazo se encaminó a repartirlos entre sus compañeras, y mientras reía con ellas alguno riña del supervisor apareció de súbito Harriet buscando una cinta de medir nueva que una travesura del pequeño Henry le obligaba a solicitar. Sin embargo, Miss Sanders no rió como ellos, muy al contrario, algo parecido a los celos asomaron a los ojos de Harriet, pero los ojos de Michael Clark no los vieron, entretenido como estaba en aquél momento.
- Señorita, disculpe. ¿Podría indicarme donde conseguir una cinta métrica para la sastrería?
- Por supuesto, ahora mismo... - dejó inacabada la frase esperando conocer la identidad de su interlocutora.
- Harriet Sanders. Acompaño a la señora Twist.
- Sígame Miss Sanders.