lunes, 21 de marzo de 2016

Volver a empezar

Estimado señor Darcy:

El baile de anoche transcurrió tan aprisa que apenas pudimos hilvanar dos palabras seguidas. Los invitados encantados con el ágape se relajaron en sus sillas y el baile sólo tuvo lugar para los niños, libres de cualquier atadura y prejuicio...
Ellos si disfrutaron realmente la velada.

Era tan concurrido y tan estrecho el salón...
Mis compañeros de mesa todos desconocidos entre sí no atinaban a comenzar una conversación. Sólo mi madre se esforzó, cosa de agradecer, pero con tan mala fortuna que adjudicó a una chafada hermana del pregonero el título de abuela de su sobrino Martín, con el correspondiente bochorno por parte de todos los demás.

Por otra parte le noté muy atento, a pesar de la distancia y los tabiques. Desde la sencillez cálida de mi trato le agradezco su presencia en el evento y sus charlas con mi padre, que exceptuando a ciertas rubias que usted ya conoce no prestó ilusión ni agrado a nadie. No me sorprendió en lo más mínimo.

Pero algo en mi rechaza que vuelva a ser mi familia invitada a cena alguna. Tan hastiado de encontraba. En realidad me da mucha pena porque mi madre goza realmente de estas cosas.

SABER DE SU EMOCIÓN ALLÍ TAMBIÉN ME TUVO ALGO NERVIOSA. TUVO QUE NOTARLO CUANDO FUI A SALUDARLES EN SU MESA. NO QUERIA QUE SE ME NOTARA. YA LE PROMETI MI SILENCIO. TEMO QUE NO FUERA ASI Y PERO EL RESTO, EMBRIAGADOS DE LICOR NO LO  NOTARON.
DE VERAS QUE HUBIERA DISFRUTADO CON UNA SILLA EN AQUELLA ESTANCIA PORQUE LE APRECIO MUCHO. USTED LO SABE.
Elisabeth

miércoles, 30 de marzo de 2011

El baile de la Victoria


Bueno, veamos. Cuando empecé a leer esta novela, había algo de ella que no me terminaba de encajar. Los personajes eran personas errantes que no se sabe cómo (Quizá nos ocurre todos los días) se encuentran fortuitamente y sus vidas se entrelazan para no poderse separar jamás. Se ayudan en las más míseras situaciones (algunas no pensé siquiera que fueran posibles, vaya ignorante que estoy hecha) y toda la tragedia en la que se encuentran y que al principio puede incluso llevarte a cerrar el libro de un golpe, me ha acabado llevando a reír y sonreír los más divertidos y tiernos pasajes, hasta conocer a cada personaje como se conoce a un hermano gemelo.
Creo que ahí está el secreto para engancharte de esta novela de Antonio Skármeta.


Me ha encantado sencillamente

domingo, 19 de diciembre de 2010



Como tengo limitado el acceso a internet ya me adelanto y les pongo una felicitación virtual de modo que compartan mis buenos deseos, pues no se cuando podré volver por el blogger. Si además viene escrito de puño y letra de Mr. Darcy pues mucha más inspiradoras ¿No creen?

De veras os deseo lo mejor a vosotros y a nuestro mundo para el año que comenzará dentro de poco. Les quiere:

Marian

Nena Daconte

Volvía a casa del trabajo. Al poner en motor en marcha el locutor en la radio voceaba el que esa noche era el quinto gol del Barcelona y como soy muy curiosa cambié al siguiente canal por no apagar el motor sin enterarme de qué sonaba en otras ondas y escuché el soniquete de una trompeta y una canción comercial en la que la chica hablaba demasiao deprisa para entenderla. Sin embargo, mi mente se quedó a seguirla y decidió no ordenar al pie del embrague ni a la mano de la palanca de marchas actuar. Era el estreno de una excantante de OT y mi lado sarcástico me decía 'a ver que me quieren vender ahora'. Sin embargo la letra me trajo un montón de recuerdos y me devolvió unos cuantos años atrás a la puerta de mi piso de estudiante. El día de mi cumpleaños. ..

... Por qué no te invité a dormir

sentados en las escaleras

esperando a que dijeras que la vida es mejor en compañía.

Sentados en una orilla viendo a los demás pasar...

Como tu nunca dijiste nada,

tienes tanto que perder.

Se nos fugó la noche

de jugarnos en un beso lo bueno de los momentos.

Tu ya sabes nunca tuve apenas nada que perder.

Ahora me digo que es muy fácil ser impulsivo de pensamiento, que no tiene ningún mérito dar los pasos con la mente y en otro momento ya pasado y también que sería bonito tener la patente de una máquina del tiempo que nos devolviera la posibilidad de ser impulsivos. Ahora la canción está de moda y por culpa y gracias a aquel día y a la radio que me cogió con la tontería puesta, son muchos ratos los que vuelve la discusión a mi cabeza, de si es bueno subirse al ave de vez en cuando por si no vuelve a parar en la estación.

No es un consejo, es lo que a mí me pasó

jueves, 22 de julio de 2010

En la sastrería

Clark, que había escuchado sin parpadear la conversación entre las dos señoritas no terminaba de entender lo ocurrido. Había pensado durante dos días en que aquélla mujer era viuda y que tenía dos hijos pero era un error. A cualquiera que le dijese lo que había sucedido se reiría, sin embargo, tanto mejor... Su corazón albergaba ahora una esperanza que normalizaba sus aspiraciones y las posibilidades de sincerarse a aquélla joven, hablarle. Por supuesto, las locuras de la noche anterior se habían terminado. Tenía que pensar bien si quería agradar.
Entretanto, Harriet volvía con la cinta, y con una actitud bastante sonriente, iluminaba la sección.
- ¿Es posible que nos hagas esperar así? Bien sabes que los niños son impacientes por el hecho de ser niños, ahora no van a estarse quietos. ¿Qué será de mis nervios?
Entrábale la risa a Harriet viendo a la señora Twist tan sofocada, cuando en realidad la niña era aun un bebé. Seguro que en sus brazos se estaría quietecita y tranquila. Sin embargo, guardando la compostura susurró: -Excúseme señora.
Clark, desde su puesto, observaba el 'teatrito' que formara la señora Twist y reía divertido frente a una Harriet que no sabía como aguantar la risa. Una vez terminado el trabajo del sastre, la peculiar familia se dirigió a la puerta que limpiaba un afanado Clark. Con la idea de ser agradable con los niños y llegar así al corazón de las señoras (de las que ya conocía el nombre Miss Sanders y Mrs Twist) se dirigió al chiquillo, poniendose a su altura para mirar hacia arriba aquél rostro joven y alegre - Harriet, Harriet que no se me olvide-
- ¿A quién quieres más tú, a ver? Henry agarró significativamente el brazo de Harriet, quien se sonrojó, esperando que de nuevo la señora no hubiera oído nada de aquéllo. Al parecer no lo había hecho porque no hubo ningún comentario por su parte que denotara lo contrario. En media hora estuvieron de vuelta en Violet Place.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Presentación del joven Michael Clark

Tras despedir a ambas señoras en la puerta del establecimiento, el joven Michael Clark preguntó a un cochero que justo paraba su carruaje por la familia que acababa de abandonar el lugar rumbo al cruce con Almonds St.
- Se trata de la viuda de Twist. Es una mujer con una fortuna considerable que dejó su marido hace poco más de medio año. Entre sus propiedades una residencia en Violet Place y otra para el verano en la costa adonde lleva todos sus criados.- Como el chico no respondiera y siguiera mirando en la dirección por donde había partido la calesa, el cochero hizo un movimiento de cabeza y aseguró:
- Trate bien a ese tipo de clientela y no se arrepentirá. Según dicen tiene una renta altísima aunque no es muy dada a las propinas. - Y dicho esto se marchó.
No se hubiera imaginado nunca que una mujer así de joven hubiera tenido tiempo para cortejo, casamiento e hija, y lo que era más, para enterrar a un marido pero, es que, como mi lector comprenderá no había tenido ojos más que para una de las damas.

Con estos pensamientos entró de nuevo en la tienda donde le esperaba con una mirada severa el señor Nells, supervisor de su horario, que por lo visto lo había seguido todo de cerca. Le dijo: -Mientras trabajes aquí, no hay tiempo para charlas sobre viudas, aunque sea la más rica de Inglaterra. Si pierdes tu empleo, puedes ir a pedir trabajo a su casa. Así que no hagas más méritos para estar en la calle Clark.

-Sí señor Nells.

- Pues claro, hombre. Sería tan fácil que te cases con su majestad, la princesa Mary como que lo hicieras con esa mujer. - Y poniendo los ojos en blanco delante de la perpleja mirada de Clark suspiró añadiendo:
- Debes buscar a alguien de tu clase en lugar de perseguir fortunas. Elige bien que tendrás que vivir con esa mujer el resto de tus días.

- Sí señor Nells.

- He oído que las mujeres de esa familia son insoportables.


Probablemente lo fueran. No tenía nada que ver la belleza exterior en una persona con la que pudiera tener interiormente. Sin embargo, Mr. Clark siempre alardeaba de no equivocarse con las personas, y en aquél momento pensaba exactamente lo mismo: No me equivocaría nunca y menos con el motor de su corazón que funcionaba a redoblados ritmos desde que sus ojos y los de Mrs. Twist se encontraron a la salida. Él, una persona alegre y franco con todo el mundo se descubrió pensando en Mrs. Twist todo el día y evitando hablar con cualquier compañero para no soltar toda la información que sus pequeñas pesquisas del día le habían ofrecido.

Al terminar la jornada, se dijo que bien podría llegar hasta Violet Place dando un paseo, con la excusa de tomar un poco de aire, y llevar a su madre unas violetas, que le encantaban. Bien, la floristería le recibió cerrada.- Habrían agotado las existencias- pensó y no contenta ni tranquila su alma aun miró con disimulo todos los buzones hasta dar con la casa de la viuda Twist. Sin saberlo, caminaba a pocos metros de la mujer que realmente ansiaba ver.

Con la decisión que tienen los corazones alentados por las jóvenes pasiones, aunque una pasión nunca puede ser vieja, pese a serlo su dueño, Mr. Clark hizo sonar el llamador. Los criados salían ya de prestar su servicio y la misma Mrs. Twist se asomó a la ventana.

- Sí ... ¿Quién es? ¿Qué demonios quieren a estas horas?- El sonido de aquéllas sórdidas y vulgares voces enmudecieron la garganta del joven Clark, que escondido bajo la cancela no podía creérselo. Esperó y aprovechando un claro de luna que asomaba tras una nube miró a la ventana para comprobar que aquélla mujer que increpaba desde arriba no tenía el rostro esperado. Así respiró tranquilo y se marchó.
Por la mañana, no llevaba andando cinco minutos camino del trabajo cuando vio de nuevo pasar aquél carruaje del día anterior y que iba en su misma dirección. Se apresuró para alcanzar la puerta del establecimiento antes que la viuda Twist llegase y lo consiguió pero Miss Sanders había entrado ya para ir quitando algunas prendas a los niños y que las tallas de ambos fueran medidas.

- Señora- Casi jadeó Mr. Clark. Buenos días. - Mientras presentaba sus respetos reconoció la voz de la mujer de la noche anterior en Violet Place. Sin duda se trataba de la misma persona.
- ¿Es usted el valet? - Pregunto Mrs. Twist con muy poca finura.
- No señora. Permítame el abrigo. ¿He de acompañarla a algún departamento en particular?
- No. Soy una asidua de estos almacenes y los conozco mejor que mi propia casa. Me dirijo a la sastrería.

Pasó delante de Mr. Clark rápidamente y no miró siquiera atrás. Por su parte Mr. Clark la siguió dejando unos metros al objeto de su persecución y pudo ver a la mujer, que se encontraba con Miss Sanders y los niños, a los que ya el sastre estaba tomando medidas.

Mr. Clark volvió para fichar a la entrada del trabajo y le entregaron toda la lista de tareas que le esperaba en su jornada. Con el montón de papeles bajo el brazo se encaminó a repartirlos entre sus compañeras, y mientras reía con ellas alguno riña del supervisor apareció de súbito Harriet buscando una cinta de medir nueva que una travesura del pequeño Henry le obligaba a solicitar. Sin embargo, Miss Sanders no rió como ellos, muy al contrario, algo parecido a los celos asomaron a los ojos de Harriet, pero los ojos de Michael Clark no los vieron, entretenido como estaba en aquél momento.
- Señorita, disculpe. ¿Podría indicarme donde conseguir una cinta métrica para la sastrería?

- Por supuesto, ahora mismo... - dejó inacabada la frase esperando conocer la identidad de su interlocutora.
- Harriet Sanders. Acompaño a la señora Twist.
- Sígame Miss Sanders.

martes, 15 de septiembre de 2009

Presentación de la heroína

Harriet había disfrutado mucho en los grandes almacenes. No estaba acostumbrada a que la trataran con cortesía ni con admiración. Si esto además llegaba de parte de una persona del sexo opuesto, podía impresionarla mucho más gratamente pero lo que de veras la había impresionado era el carácter cercano y a la vez educado del caballero.
- ¡Por Dios Harriet! - se dijo en silencio mientras el calesín restaba los metros que faltaban hasta Violet Place. ¡Como que un caballero! Acaso conocía ella a aquél hombre, le acababa de ver y ya le consideraba un caballero. En lo poco que pudo fijarse su belleza radicaba en unos ojos verdes muy agradables y también en su alegre carácter...
El carruaje se detuvo. Llegar a casa era la peor de las noticias, y, mucho más cuando las salidas de Harriet eran tan escasas. Sólo se ausentaba de su hogar para pisar la vivienda de enfrente. Vivía con su abuela, la señora Margaret Sanders, madre de su difunto padre, y una anciana de ochenta y muchos a la que adoraba. Como los padres de Harriet habían fallecido muchos años atrás sin legar propiedad alguna, la economía de nieta y abuela se sostenía gracias al servicio de la muchacha desde casi la infancia en casa de la viuda Twist a la que ya conocen. Así que, de hecho Harriet viviría a la abuela Margaret sólo después de acostar a los pequeños Henry y Grace y poner, como la viuda Twist decía, la casa en relativo orden. Los encierros de Harriet eran prolongados pero su espíritu ansiaba esa libertad que no poseía y que dependía enteramente de su estatus social, así que, se refugiaba junto a una vela y leía literatura española para sí y una entregada oyente.
La señora Sanders estaba muy bien pese a sus años pero ya se le iba haciendo cuesta arriba la llevanza de su hogar. Se preocupaba de aprovechar hasta el último penique del salario de su nieta, y mientras, la nieta se preocupaba en encontrar una casa mejor donde su salario fuese más alto. En su barrio no había muchos niños, por tanto, muy pocas necesidades de institutriz, y no se veía cuidando de otros críos más adorables pese al talante desagradable de su progenitora.
Era a estos a quienes había consagrado su primera juventud contando ya con veinticuatro años que el siguiente marzo serían veinticinco.
Las únicas salidas en la familia Twist en invierno eran las compras y la iglesia y no siempre los niños debían hacerlas así que tendría que esperar a bien avanzada la primavera para disfrutar del campo con Henry y Grace. Harriet se ilusionaba al pensar que Grace ya andaría para entonces y estaría graciosísima con sus pasitos torpes.
Aquélla noche tras acomodar todo al gusto de Mrs. Twist, ésta le dijo:
- La lección de Henry de mañana tendrá que esperar. Debo preparar ropa de abrigo para los niños y han de tomarles medidas en la tienda. Así pues, saldremos una hora antes. He visto unos tejidos monísimos. Hasta mañana Harriet.
- Hasta mañana Mrs. Twist.
Harriet cruzó la calle asumiendo que para aquélla mujer la educación tenía menos importancia que las modas y las telas, preparó la cena y sin leer ni una página del Cervantes que esperaba en la mesita, las dos damas se acostaron para poder madrugar. La mañana llegaría pronto a Violet place.