martes, 15 de septiembre de 2009

Presentación de la heroína

Harriet había disfrutado mucho en los grandes almacenes. No estaba acostumbrada a que la trataran con cortesía ni con admiración. Si esto además llegaba de parte de una persona del sexo opuesto, podía impresionarla mucho más gratamente pero lo que de veras la había impresionado era el carácter cercano y a la vez educado del caballero.
- ¡Por Dios Harriet! - se dijo en silencio mientras el calesín restaba los metros que faltaban hasta Violet Place. ¡Como que un caballero! Acaso conocía ella a aquél hombre, le acababa de ver y ya le consideraba un caballero. En lo poco que pudo fijarse su belleza radicaba en unos ojos verdes muy agradables y también en su alegre carácter...
El carruaje se detuvo. Llegar a casa era la peor de las noticias, y, mucho más cuando las salidas de Harriet eran tan escasas. Sólo se ausentaba de su hogar para pisar la vivienda de enfrente. Vivía con su abuela, la señora Margaret Sanders, madre de su difunto padre, y una anciana de ochenta y muchos a la que adoraba. Como los padres de Harriet habían fallecido muchos años atrás sin legar propiedad alguna, la economía de nieta y abuela se sostenía gracias al servicio de la muchacha desde casi la infancia en casa de la viuda Twist a la que ya conocen. Así que, de hecho Harriet viviría a la abuela Margaret sólo después de acostar a los pequeños Henry y Grace y poner, como la viuda Twist decía, la casa en relativo orden. Los encierros de Harriet eran prolongados pero su espíritu ansiaba esa libertad que no poseía y que dependía enteramente de su estatus social, así que, se refugiaba junto a una vela y leía literatura española para sí y una entregada oyente.
La señora Sanders estaba muy bien pese a sus años pero ya se le iba haciendo cuesta arriba la llevanza de su hogar. Se preocupaba de aprovechar hasta el último penique del salario de su nieta, y mientras, la nieta se preocupaba en encontrar una casa mejor donde su salario fuese más alto. En su barrio no había muchos niños, por tanto, muy pocas necesidades de institutriz, y no se veía cuidando de otros críos más adorables pese al talante desagradable de su progenitora.
Era a estos a quienes había consagrado su primera juventud contando ya con veinticuatro años que el siguiente marzo serían veinticinco.
Las únicas salidas en la familia Twist en invierno eran las compras y la iglesia y no siempre los niños debían hacerlas así que tendría que esperar a bien avanzada la primavera para disfrutar del campo con Henry y Grace. Harriet se ilusionaba al pensar que Grace ya andaría para entonces y estaría graciosísima con sus pasitos torpes.
Aquélla noche tras acomodar todo al gusto de Mrs. Twist, ésta le dijo:
- La lección de Henry de mañana tendrá que esperar. Debo preparar ropa de abrigo para los niños y han de tomarles medidas en la tienda. Así pues, saldremos una hora antes. He visto unos tejidos monísimos. Hasta mañana Harriet.
- Hasta mañana Mrs. Twist.
Harriet cruzó la calle asumiendo que para aquélla mujer la educación tenía menos importancia que las modas y las telas, preparó la cena y sin leer ni una página del Cervantes que esperaba en la mesita, las dos damas se acostaron para poder madrugar. La mañana llegaría pronto a Violet place.

3 comentarios:

  1. jaja todas solemos refugiarnos en nuestros libros... qué lee?

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  2. Muchas gracias, tu atención me da hambre de escribir Memmis
    Como a la abuela le gusta la novela lee para ella 'La Galatea' y 'La española inglesa' de Cervantes.

    Harriet prefiere la poesía que leerá en secreto. Sir Byron

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  3. linda entrada, pasaré seguido a visitarte, cariños de una nueva seguidora.

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